Si bien la violencia existió desde los más remotos tiempos, no podemos negar que es preocupante y que debemos, como miembros de esta sociedad, coadyuvar en todo lo que esté a nuestro alcance de tratar de erradicarla, en nuestro país se está viviendo una profunda crisis de la cual todos somos concientes de la que es muy difícil salir, pero debemos trabajar cada uno de nosotros desde nuestros humildes puestos para que esta crisis no siga instalándose cada vez más en las aulas, los niños no son culpables de ésto, pero también sabemos que esta crisis influye en ellos y los marca, sintiendo la problemática tanto o igual que los adultos, por ende la responsabilidad no es exclusiva de la escuela, sino de todo el conjunto de la sociedad.
Gloria Autino psicoanalista e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, dijo que "la Escuela es un elemento más". No es el lugar donde se genera la violencia, es una institución atravesada por las características de una sociedad que eligió la violencia como modo de calificación de sus habitantes. La diversidad de los nuevos modelos de familia (madres solas, adolescentes, homosexuales, casos en los que no aparece el padre biológico, sino la pareja de la madre y conviven en la escuela hermanos de diferentes padres, hermanos que se hacen cargo de todo, familias ensambladas, etc), se instaló en la sociedad y los frutos de este amor (o desamor), repercuten en la escuelas.- Esos modelos empiezan a tener incidencia social y los efectos se manifiestan en las escuelas.- Los chicos no son violentos, llegan violentos, están violentos, porque posiblemente las familias y escuela no pueden darle mejores respuestas, se sienten desamparados, sienten que los adultos no le dan garantía de absolutamente nada en una época en la que ellos necesitan que alguien les ofrezca alguna certeza, tiene que haber una motivación muy fuerte en el grupo familiar y un proyecto escolar muy consolidado para generar entusiasmo.
La familia es la primera y fundamental escuela de la socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos se pone como modelo y norma de don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad representan la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales que todas las sociedades necesitan (Enciclica Familiaris consortio, de Su Santidad Juan Pablo Segundo).
También en otro orden, muchas cosas que la escuela enseña quedan desvirtuadas por la influencia tantas veces nociva de los medios masivos de comunicación y televisión, que exaltan valores negativos, como la superficialidad y el hedonismo, además de mostrar en no pocas ocasiones a la violencia como algo natural, por ello el deber de buscar la "ataraxia", es tarea de todos los que interactuamos en la sociedad, y no de un solo responsable como muchas veces se trata de endilgar toda la responsabilidad en este caso la escuela.
Por todo ello deberíamos volver a aquel tiempo feliz en que todos estábamos alrededor de la enorme mesa familiar, con el padre en una cabecera y la mama en la otra, cenáculo de enseñanzas, que dan testimonio de la comunidad conyugal, fundamento sobre el cual se va edificando la más amplia comunión de la familia, de los padres y de los hijos, de los hermanos y de las hermanas entre sí, de los parientes y demás familiares, y como dijo el gran Ernesto Sábato: "la búsqueda de una vida más humana debe comenzar por la educación".
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