lunes, 10 de noviembre de 2008

La negociación con los hijos

Negociación sí, chantaje no



¿Negociar a toda costa?

Desde muy pequeños los niños aprenden a negociar:

- "Mamá, si me como todo, ¿podré ver la tele diez minutos más?"
- "Papá, si apruebo todo, ¿podré llegar a las dos de la mañana?"
- "Si acepto ir con vosotros a casa de los abuelos, ¿podré luego pasar la noche fuera?"

Es cierto que negociando se adquieren herramientas de comunicación, e incluso de persuasión, pero no todo se puede negociar. Y cuando algo es innegociable, también se desarrollan herramientas de fortaleza o de superación personal ante la frustración.

Negociar sí, y no negociar también. Por ejemplo, podrá ser innegociable la hora de levantarse, la obligación de ir al colegio, estudiar, las visitas a las casas de los abuelos, la forma de vestir o comer, lo que se ponga en el plato; y puede admitirse la negociación para ver la serie de televisión, acostarse más tarde, recoger la mesa o qué hacer la tarde del sábado.

En cada hogar se tendrá que decidir lo que se puede negociar y lo que no. Los padres deciden, según el criterio que consideren, incluso cambiando (no de forma caprichosa) lo que hoy es importante y mañana no. Y cualquiera que sea el método, los hijos tienen que saber con claridad lo que es negociable y, sobre todo, lo que no lo es.

Los hijos son capaces de cumplir a rajatabla algunas normas, incluso con la rebeldía de los adolescentes, que por lo general son aquellas que los padres han defendido sin bajar la guardia en ningún momento. Hay otras normas que no se defienden con tanto ahínco y suelen ser las primeras en "eliminarse". Quizás es mejor que sea así, no todas se pueden defender de la misma manera, ni es bueno que todas estén al mismo nivel, o el hogar podría parecer un cuartel.

No tiene que haber discrepancias entre los padres, no hay nada peor que tener un padre negociador en todo y una madre que no negocia nada o cede a todo. Las cosas son las que deben ser negociables o no, no los adultos.

Perseverar para obtener resultados

Caso práctico:

El hijo le había tomado ya el pulso al padre, sabía perfectamente en lo que podía y en lo que no podía desobedecerle. El padre había perdido la autoridad y él mismo admitía: "Soy demasiado blando con mi hijo".

El chico no estudiaba lo suficiente, se saltaba los horarios, mentía, no cumplía las prohibiciones. Las razones que le daba su padre no eran nunca suficientes para hacer las cosas y además podían ser rebatidas a la perfección por el hijo, que incluso podía convencer a su padre.¿Había alguna forma de que el padre pudiese recuperar el terreno perdido? Siempre la hay, si se busca.

Para su sorpresa, el padre se dio cuenta de que había normas que el hijo no se saltaba nunca: "Una norma de mi casa es que nunca se come nada entre las comidas y jamás le he visto hacerlo. Otra norma es que siempre comemos juntos, y sin televisión, y siempre la ha cumplido. Otra es la de levantarse de la cama a la primera y la verdad es que siempre lo hace. También es siempre puntual". Y seguro que podría encontrar alguna más.

¿Por qué estas normas sí las cumplía el hijo? El padre se fue convenciendo de que ni era tan blando como creía, ni su hijo faltaba a su autoridad. Su deber consistía en defender nuevas normas, aunque sin abusar, pero con la misma fuerza que había puesto en las que ya eran costumbre.

Cuando la negociación se convierte en chantaje

Si la negociación se usa indebidamente, puede convertirse en chantaje:
- "Si no me dejas salir, te rompo la cara."
- "Si no me das dinero, pongo la música a tope."
- "Si no me dejas toda la tarde el ordenador, lo rompo."

Este tipo de actitud ya no es negociación, sino "terrorismo familiar". Unos, normalmente los padres, quieren negociar y el otro, normalmente el hijo, lo único que quiere es salirse con la suya. Cuando esto sucede, la relación entre padres e hijos está rota y lo único que existe es una relación entre víctimas y verdugos. Llegados a este punto, lo único que nos queda es no dar la oportunidad de negociar y, como si aún fuera un niño, poner la norma sin más.

Tal vez sea un retroceso en la formación de los hijos, pero a veces, para avanzar, primero es necesario retroceder y consolidar. "En esta casa se come a las dos" (sin más) y no ceder hasta que no aprenda a negociar con equidad. La negociación sirve para que ambas partes se beneficien, no para que se beneficie sólo una. En ese caso es chantaje y no negociación.

Por duro que sea resistir, no se puede ceder al chantaje de los hijos. El chantaje es siempre inadmisible, pero no surge de forma natural. Se pueden evitar estas situaciones si, desde que los hijos son pequeños, se consigue que los hijos interioricen lo que se puede y lo que no se puede negociar, y que los padres no cambien de criterio arbitrariamente, según su estado de ánimo. Un enfado entre la pareja o una subida de sueldo en el trabajo no pueden servir de excusa para que los padres admitan normas innegociable.

Por Emilio Pinto, autor del libro "La educación de los hijos como los pimientos de Padrón"
Fuente: Artículo tomado de http://www.solohijos.com

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