jueves, 23 de agosto de 2007

La incomunicación de la sexualidad


El sexo virtual
Ya tiene sus adeptos tanto como sus detractores. Algunos autores lo definen como un “nuevo tipo de sexualidad”; otros lo condenan como un producto propio de una sociedad informatizada y egoísta. Lo que sí, tanto educadores como padres, no podemos negar su existencia y estar preparados para saber dar respuestas a nuestros niños y jóvenes.

Ahora bien, ¿qué es el llamado cibersexo? Wikipedia (una enciclopedia virtual al alcance de todos) lo define como “un encuentro sexual virtual en que dos o más personas conectadas a través de una red informática se mandan mensajes sexualmente explícitos que describen una experiencia sexual”. Es un tipo de juego de rol en el que los participantes fingen que están teniendo relaciones sexuales, describen sus acciones y responden a los mensajes de los demás participantes con el fin de estimular sus deseos y fantasías sexuales”. Esta definición ya nos remite a una práctica de sexualidad genital y no, como hemos venido afirmando a una sexualidad integral que demanda la puesta en juego del hombre y de la mujer en su totalidad: una sexualidad que trasciende y encuentra sentido en la vida misma.

En el cibersexo la narración de fantasías sirve de guía al otro que, por medio de la imaginación y la autoestimulación, puede llegar al orgasmo por el acto masturbatorio.

Tanto las relaciones sociales como las sexuales dadas en Internet permiten una suerte de anonimato. Se prescinde del cuerpo como “vehículo-del-ser-en-el-mundo” (Merleau Ponty). El cuerpo estorba, molesta. El cara a cara, que implica el lenguaje no verbal, no se encuentra presente y permite establecer un “vínculo” con otras personas en cualquier otra parte del planeta. Esto invita a la desinhibición, a la información de deseos y fantasías que nunca se dirían teniendo al otro presente. Si el consumidor de este tipo de sexo busca menguar su soledad lo único que consigue es acentuarla dado que es normal que nunca llegue a establecerse un contacto real entre los que participan.

El cibersexo entrega una solución cómoda a aquellos que presentan dificultades para vincularse con los demás, generando a su vez, una desvinculación del sujeto con lo real. La realidad del entorno está ausente lo cual crea un mundo ficticio. Se supone estar estableciendo lazos con otro, a través de un ordenador, una máquina, cuando en realidad el vínculo se constituye con las propias fantasías puestas en el otro. El otro no es el otro en sí sino lo que se “necesita” que el otro sea para el goce personal. Sólo está la sensación de estar con alguien y, si no sirve, para “lo buscado” simplemente se desconecta.

“Estas relaciones han encontrado en la tecnología un nuevo espacio para relacionarse. Al existir el Internet y toda esta tecnología primera de evitar y garantizar el anonimato de una persona a través de un computador, donde tú puedes mostrar una imagen totalmente diferente a lo que eres, de alguna manera garantiza cierta seguridad a la persona. Esto hace que despleguemos el cuerpo biológico al que estábamos sujetos, esta relación virtual lo que genera es que no sea importante lo que le dice el interlocutor sino lo más importante es como lo entiende, como se lo imagina el receptor de ese mensaje; ya no nos interesa el gesto que me puede aprobar o desaprobar algo, es como yo interpreto la palabra que llega, ese sí, ese no, ese amor, esa caricia virtual, como me la imagino yo al ser un consumidor de cibersexo”.(Dra. Astrid Dupret “Nuevas formas de expresión y erotismo en la red”).

Para el Lic Juan Soto Ramírez de la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa México: “El cibersexo, a diferencia de otras formas de relaciones eróticas y afectivas, es radicalmente distinto. Transitamos hacia nuevos universos de la sexualidad gracias a la fusión del cuerpo y las máquinas, pero también transitamos hacia nuevos universos de la sexualidad gracias a la relación que han establecido la sexualidad y las nuevas tecnologías (…) Se podría decir que gracias a la relación entre sexualidad y tecnología y por el nacimiento de la cultura cyborg (que implica la fusión del cuerpo y la tecnología), transitamos de una sexualidad humana a una sexualidad posthumana (asistida por las tecnologías y compartida con las máquinas)”. Me pregunto entonces, qué lugar se le da al afecto, a la caricia, al beso, al encuentro. ¿Podemos hablar de una sexualidad sana donde “la integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor”? (OMS 1975)

La sexualidad es comunicación. Su función dialogal la hace una de las formas más ricas, privilegiadas y expresivas del vínculo entre personas sexuadas. Es la apertura de un yo hacia un tú. ¿Se puede con la mediación de una máquina lograr esto?

Detrás de toda esta práctica se esconde el miedo. Miedo al amor, al compromiso, a conocer a otro, a las enfermedades. “Una relación física implica un mínimo de empatía y algún tipo de compromiso afectivo, hasta con una prostituta. Porque es un reconocimiento de que existe otro, de que uno necesita a otro. Verse genera un vínculo y romperlo significa un conflicto. Y como también hay miedo a la soledad y a la ausencia, muchos prefieren las relaciones de Internet, que no dejan marcas", señala Diego Levis (“Amores en la red”, Editorial Prometeo). Es indudable que el cibersexo "da la ilusión afrodisíaca de ser todopoderoso” pero tiene más de mentira que de verdad. Alcanza con el que está del “otro lado” sea verosímil y hay una disposición a creerle y que sus fantasías disparen las propias para que la farsa cobre sentido.

Al decir de Eduardo López Azpitarte vivimos en la edad del fragmento, de lo parcial y lo provisorio, de lo débil e inconsistente, de la inseguridad y de lo relativo. También vivimos en la era de la tecnología. Es aquí donde nos cabe la reflexión: el uso que le damos a la misma es la que la hace buena o mala. Internet puede ser fuente de comunicación o causa de un aislamiento social.

“¿Qué pasará cuando alguien prefiera tener sexo con una máquina antes que con una persona? La respuesta a un dilema que ayer nomás era de ciencia-ficción está cerca. Por lo pronto, ya hay gente que sólo llega al orgasmo frente a la computadora y el impacto de este cambio de hábito puede ser enorme. Primero, porque sexo y reproducción van a estar más separados. Segundo, porque la sexualidad se volverá un tema más complejo. ¿Qué conducta será "normal" y cuál "perversa"? ¿Habrá una nueva moral basada en usos y costumbres virtuales?” (Gladys Stagno. Clarín. 21 de enero de 2007).

La cultura del “todo está permitido” está instalada. Nos acecha y acecha a nuestros niños y jóvenes. Esto impone un nuevo desafío: una educación que deje de lado la resignación y el silencio. No debemos quedarnos en la mera denuncia que algo está pasando para no sentirnos cómplices de la nueva situación sin ninguna implicación de nuestra parte. Nuestra primera tarea deberá ser una educación donde la sexualidad no se limite a ser una acción utilitaria y productiva para la obtención de un placer sino fomentar por completo su dimensión expresiva y simbólica

Joaquín Rocha Psicólogo Especialista en Educación para la Comunicación
Revista On Line Editorial San Pablo
Bibliografía recomendada:
-Eduardo López Azpitarte. Simbolismo de la sexualidad humana. Criterios para una ética sexual. Editorial Sal Térrea. Santander 2001.
-Angelo Peluso. Afectividad y Sexualidad ahora. San Pablo Madrid 2003.
-Paola y Leonardo Boretti. Familia e Internet. San Pablo Madrid 2003.
-Orlando Martín. ¿Sexualidad en la escuela?. Editorial SB. Buenos Aires 2007.

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