martes, 20 de noviembre de 2007

No nos quedemos afuera


Entre las cosas más hermosas a las que puede acceder un cristiano, está el recibir a Jesús Sacramentado, hecho que se concreta en la Comunión, pero nadie debe equivocarse: ese, no es el único modo.

Los separados y/o divorciados vueltos a casar, no pueden acceder a algunos Sacramentos, entre los que se encuentran el de la Reconciliación y la Comunión, pero no por esto deben perder la esperanza de la salvación, según nos decía Juan Pablo II.

Es más, el Papa, nos convocaba a seguir permaneciendo y participando de la vida eclesial, e instruyó a todos los sacerdotes y laicos comprometidos a que nos reciban, nos cobijen, nos ayuden y nos contengan en la Iglesia.

Como divorciados en nueva unión, podemos y debemos perseverar en la oración, bautizar y educar a nuestros hijos en la fé, hacer obras de caridad y descubrir y gozar con la Comunión Espiritual, una casi ilustre desconocida sobre la que alguna vez tendremos que decir algo.

No estamos solos, hay muchos hermanos en esta misma situación y aunque con matices existen muchos movimientos, que a pesar de la atomización, los personalismos y hasta con un marcado exceso de figuración, en definitiva brindan un servicio pastoral para separados en nueva unión, que al menos sirve de contención, situación que en el pasado no muy lejano hubiera sido impensable.

Cabe destacar que, es muchísima la bibliografía que se ocupa de este tema y que resulta absolutamente reconfortante su lectura, de este modo, consultando con tu párroco, o accediendo a librerías católicas, es posible informarse y darse cuenta que nuestra madre la Iglesia, nos invita a seguir perteneciendo y valga la expresión: Pertenecer, tiene sus privilegios.

Si desde Juan Pablo II, pasando por numerosos obispos y sacerdotes se han ocupado de esta situación, eso marca sin lugar a ninguna duda, la importancia que la Iglesia en su conjunto le da a este tema.

Aún existen algunos mitos (no en vano instalados en el inconsciente colectivo) que deben ser desterrados, ya que su permanencia lleva a errores sobre lo que es necesario echar luz, para que definitivamente los separados en nueva unión transiten el camino a la salvación de modo claro y preciso.

El poder comulgar, no es una cuestión de conciencia, por lo tanto, no alcanza con suponer que un matrimonio ha sido nulo para acceder a la Comunión.
Este no es un tema menor, sino caeríamos en el salvajismo de la Ley por mano propia, haciendo cada uno una religión a medida de sus propias necesidades o expectativas.

Por ser divorciado en nueva unión, no se pierde la condición de cristiano, ya que eso lo da el Bautismo y únicamente lo anula la excomunión (situación que no nos alcanza).

La nulidad no es patrimonio de los ricos y famosos, ya que aún sin recursos económicos se puede gestionar y obtener, aunque con dolor es preciso reconocer que quienes han tenido repercusión han sido este tipo de gente, quizás por el oscurantismo con el que se ha tratado la realidad, quizás por temor a que la difusión actuara como un disparador para innumerables casos.

La nulidad no anula al sacramento del Matrimonio, sino que lo declara nulo, eso significa que determina que el Sacramento, como tal, nunca existió, a diferencia del divorcio vincular que pone fin a un matrimonio civil anulándolo.

Dicho en términos sencillos, aunque no sean del todo exacto, el divorcio da por terminado el vínculo con la posibilidad accesoria de recobrar la capacidad nupcial, mientras de la Nulidad actúa sobre el inicio, en el momento de establecer el vínculo entre los contrayentes y la Iglesia, en el Sacramento, por lo que se debe entender que son dos situaciones muy diferentes.

Los procesos de nulidad son larguísimos, esto tampoco es cierto, cada vez son más ágiles y la cantidad de nulidades respectos de las presentaciones, porcentualmente, son cada vez mayores.
Si uno no lo comienza por la posible duración es un error, si hay que esperar habrá que esperar, y pedir y reclamar, siendo sencillos como palomas, pero astutos como serpientes, para ser escuchados y para que las cosas no queden dentro de un cajón sin que nadie se entere.

Repetir esto hasta el hartazgo es la consecuencia de la aparición de nuevos falsos profetas, de la poca difusión real que se hace sobre el tema, de la aún menor aceptación en términos reales de este fenómeno, de la falta de apertura sincera y sin tantos prejuicios y preconceptos por parte de quienes dirigen los destinos de algunos movimientos y porque de tanto machacar, quizás alguna vez dejaremos de ser tratados por algunos retrógrados como kelpers, cuando constituimos una realidad que no puede ni debe ser barrida bajo la alfombra

Es necesario serenar los espíritus, aclarar las dudas, reencontrarse con la Iglesia y sobre todo recrear en todo creyente la esperanza de salvación.

Jesús nos convoca, la Iglesia nos abre otra puerta, no perdamos la oportunidad,
NO NOS QUEDEMOS AFUERA.

EF desde España
naon825@hotmail.com

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