por Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
Días pasados, llegó a mi consultorio una paciente, al borde de la desesperación, dado que una de sus hijas, menor de edad, había entablado una relación, a través del tan mentado Facebook, con un adolescente. Hasta aquí, sólo parecería una historia más de una madre que no admite el crecimiento de un hijo. Pero esto no es tan simple. La historia cobra otros ribetes, cuando este adolecente, después de extraer, de la red social, todos los datos y embaucar a la niña, decide entrar en la casa empuñando un arma blanca, con el fin de asaltarla.
No logró perpetrar el delito, gracias a que los familiares pudieron accionar el “timbre de pánico” de la alarma de la casa, y, en minutos, arribó la policía. El joven en cuestión relató que pudo conocer los movimientos de la casa, de sus habitantes y de los objetos de valor que ahí existían por medio de la información volcada en Facebook. Con más frecuencia, este tipo de historia se está volviendo cotidiana.
Nadie niega que Facebook es uno de los sitios web más populares de las llamadas redes sociales. En un principio, se trató de un “ingenuo intento”, creado por Mark Zuckerberg, para que la gente compartiera sus gustos y sentimientos. En la actualidad, su fortaleza radica en los más de 500 millones de usuarios, lo cual le valió todo tipo de críticas, debido a semejante difusión global, por un lado, y, por otro, la seguridad que no tiene, aunque la gente piensa que sí.
La necesidad de encontrar o mantener vínculos, a la hora de crear un perfil, la persona que utiliza esta red pone al descubierto información detallada que va desde un simple currículo hasta sus hábitos cotidianos. Lo confidencial se torna público. Esto ocurre mucho más entre menores, que sufren decepciones que le generan efectos psicológicos.
Según un estudio realizado por el ministerio de Educación, un altísimo porcentaje de menores que usa redes sociales lo hacen sin conocer los riesgos que puede ocasionar el empleo no responsable de la web; el 95% no cree en los riesgos de Internet, el 90% se siente inmune frente a los peligros, y el 75% cree en todo lo que dice Internet. (Diario Popular Buenos Aires).
Otra fuente afirma que la mayoría de los chicos, de entre 10 y 17 años, navegan solos, así como 9 de cada 10 chatean, y 7 de cada 10 mantienen un perfil en una red social. En gran parte, acceden desde un locutorio lejos, por completo, de los controles familiares. “Entre las causas que los jóvenes mencionan por las que utilizan las redes sociales, figuran que pueden comunicarse con amigos todo el tiempo, conocer gente nueva, hablar de sí mismos, subir fotos y videos, y encontrar gente que hace mucho que no ven” (diario La Nación).
El cuadernillo creado por el Ministerio de Educación: Los adolescentes y las redes sociales(1) coloca a los adultos sobre algunas pistas para considerar. La principal es la diferente significación de ciertos términos, tales como “amigo”, que “tiene un significado diferente del tradicional que recibe en la vida real. En las redes sociales, “amigo” es todo aquel que ha sido invitado a visitar el sitio personal en la red. Éste funciona de la siguiente manera: un usuario envía mensajes a diferentes personas invitándolas a ver su sitio. Los que aceptan se convierten en “amigos” y repiten el proceso, invitando a amigos suyos a unirse esa red. Así, va creciendo el número de “amigos”, de miembros en la comunidad y de enlaces en la red.
Esto hace que las redes sociales, como Facebook y otras, se conviertan en un mundo sin fronteras donde nadie repara en límites.
Los adultos son quienes deben construir un diálogo directo y una escucha activa con los chicos para estar al tanto de cuál es el uso que le están prestando a Internet y, por ende, qué información brindan en las redes sociales.
Aconsejarles no dar información personal, no subir fotos privadas a la web, no publicar fotos de otros sin su permiso, no contactarse con desconocidos por Internet y, lo más importante, no encontrarse en persona con gente que hayan conocido en la red.
Los padres deben ser conscientes de que, por más “filtros” protectores que instalen, los chicos hallan la manera de burlarlos y, lo que es peor, lo que no hacen en casa lo pueden hacer en el cyber o en la casa de otro compañero. Por eso, resulta imprescindible que estén informados sobre los peligros que los acechan por el uso irresponsable. No hace falta prohibirles el acceso a Internet, sino que aprendan a usarla.
(1) www.me.gov.ar/escuelaymedios/material/redes.pdf
No logró perpetrar el delito, gracias a que los familiares pudieron accionar el “timbre de pánico” de la alarma de la casa, y, en minutos, arribó la policía. El joven en cuestión relató que pudo conocer los movimientos de la casa, de sus habitantes y de los objetos de valor que ahí existían por medio de la información volcada en Facebook. Con más frecuencia, este tipo de historia se está volviendo cotidiana.
Nadie niega que Facebook es uno de los sitios web más populares de las llamadas redes sociales. En un principio, se trató de un “ingenuo intento”, creado por Mark Zuckerberg, para que la gente compartiera sus gustos y sentimientos. En la actualidad, su fortaleza radica en los más de 500 millones de usuarios, lo cual le valió todo tipo de críticas, debido a semejante difusión global, por un lado, y, por otro, la seguridad que no tiene, aunque la gente piensa que sí.
La necesidad de encontrar o mantener vínculos, a la hora de crear un perfil, la persona que utiliza esta red pone al descubierto información detallada que va desde un simple currículo hasta sus hábitos cotidianos. Lo confidencial se torna público. Esto ocurre mucho más entre menores, que sufren decepciones que le generan efectos psicológicos.
Según un estudio realizado por el ministerio de Educación, un altísimo porcentaje de menores que usa redes sociales lo hacen sin conocer los riesgos que puede ocasionar el empleo no responsable de la web; el 95% no cree en los riesgos de Internet, el 90% se siente inmune frente a los peligros, y el 75% cree en todo lo que dice Internet. (Diario Popular Buenos Aires).
Otra fuente afirma que la mayoría de los chicos, de entre 10 y 17 años, navegan solos, así como 9 de cada 10 chatean, y 7 de cada 10 mantienen un perfil en una red social. En gran parte, acceden desde un locutorio lejos, por completo, de los controles familiares. “Entre las causas que los jóvenes mencionan por las que utilizan las redes sociales, figuran que pueden comunicarse con amigos todo el tiempo, conocer gente nueva, hablar de sí mismos, subir fotos y videos, y encontrar gente que hace mucho que no ven” (diario La Nación).
El cuadernillo creado por el Ministerio de Educación: Los adolescentes y las redes sociales(1) coloca a los adultos sobre algunas pistas para considerar. La principal es la diferente significación de ciertos términos, tales como “amigo”, que “tiene un significado diferente del tradicional que recibe en la vida real. En las redes sociales, “amigo” es todo aquel que ha sido invitado a visitar el sitio personal en la red. Éste funciona de la siguiente manera: un usuario envía mensajes a diferentes personas invitándolas a ver su sitio. Los que aceptan se convierten en “amigos” y repiten el proceso, invitando a amigos suyos a unirse esa red. Así, va creciendo el número de “amigos”, de miembros en la comunidad y de enlaces en la red.
Esto hace que las redes sociales, como Facebook y otras, se conviertan en un mundo sin fronteras donde nadie repara en límites.
Los adultos son quienes deben construir un diálogo directo y una escucha activa con los chicos para estar al tanto de cuál es el uso que le están prestando a Internet y, por ende, qué información brindan en las redes sociales.
Aconsejarles no dar información personal, no subir fotos privadas a la web, no publicar fotos de otros sin su permiso, no contactarse con desconocidos por Internet y, lo más importante, no encontrarse en persona con gente que hayan conocido en la red.
Los padres deben ser conscientes de que, por más “filtros” protectores que instalen, los chicos hallan la manera de burlarlos y, lo que es peor, lo que no hacen en casa lo pueden hacer en el cyber o en la casa de otro compañero. Por eso, resulta imprescindible que estén informados sobre los peligros que los acechan por el uso irresponsable. No hace falta prohibirles el acceso a Internet, sino que aprendan a usarla.
(1) www.me.gov.ar/escuelaymedios/material/redes.pdf
Fuente: San Pablo on Line
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