"Para la Primera Comunión nos formamos 2 años, y para casarse ¿sólo un fin de semana?"
José Pedro Manglano, autor de "El libro del matrimonio", pide más formación para esta opción radical
José Pedro Manglano, filósofo, teólogo y autor de unos 20 libros, está teniendo un éxito notable en las librerías religiosas con «El libro del matrimonio» (Planeta Testimonio). Ya antes publicó "Construir el amor", sobre este tema. En el libro, un personaje, Pipa (que tiene web propia: www.pipa.manglano.org) se hace preguntas sobre el amor y el compromiso. Haciendo ficticias entrevistas a parejas emblemáticas (el aviador Saint-Exupéry y su esposa Consuelo; o Balduino y Fabiola, o personajes de la antigüedad) Pipa va adentrándose en el sentido de esta institución. Hemos querido hablar con el autor del presente y futuro del matrimonio.
- Un estudio reciente de la Fundación SantaMaría afirmaba que un 25% de españoles considera idóneo convivir y luego casarse por la Iglesia. ¿Qué dice a eso la Iglesia y la sociología?
- La Iglesia ve que la cohabitación prematrimonial es desaconsejable. Toda expresión de amor debe reflejar lo que vives. Decir "soy novio" es distinto que decir "soy una persona casada". No es coherente que quien no esté casado viva como un casado y se exprese como un casado. Además, la sociología ha mostrado que cohabitar hace más frágil la relación. En Inglaterra, el 40% de los hombres divorciados antes había cohabitado. Cohabitar es "querer probar" pero... ¿prueba una madre a su hija? No, la ama incondicionalmente. Y así debe amar un esposo, no poner a prueba. Una vez casados, los problemas se resuelven con amor, conversación, y ajustando el tú y el yo.
- Los judíos llevaban siglos divorciándose cuando Jesucristo proclamó la abolición del divorcio. En nuestra cultura, ¿el divorcio está aquí para quedarse?
- Creo que sí, que se quedará, pero también creo que en la Iglesia católica nunca aceptaremos el divorcio. El matrimonio cristiano ha de ser indisoluble, porque refleja, como un icono, la unión de Cristo con la Iglesia, que es incondicional, indisoluble.
- En el libro explica usted que el matrimonio no es un contrato, sino una alianza.
- Sí, porque un contrato se puede disolver de común acuerdo, pero el matrimonio no, aunque otorgue derechos y deberes. En el siglo XI algunos juristas empezaron a llamar "contrato" al matrimonio, pero era inexacto. Es una alianza, como la de Dios con los hombres, expresada con ritos y gestos sagrados. Los esposos se entregan el uno al otro. No se intercambian servicios ni cosas, sino que se intercambian personas: por eso es alianza, y no contrato.
- Juan Pablo II pedía "una nueva creatividad para el bien". Veamos algunas propuestas. ¿Deberían ser obligatorios los cursos prematrimoniales de, digamos, 6 meses, para quien quiera casarse por la Iglesia?
- No sé si 6 meses o 4 meses, pero en Occidente es fundamental dar formación para el matrimonio. Un curso de un fin de semana es insuficiente. Incluso para la Primera Comunión exigimos 2 años. En el Reino Unido, el Center for Social Justice, del Partido Conservador británico, pide más apoyo a la formación prematrimonial, porque ahorra costes al Estado. También habría que fomentar más los centros de reconciliación para parejas en crisis.
- Hay quien habla de prevenir la "siniestralidad familiar"
- Claro, pero para eso hay que empezar teniendo claro que hay un modelo de familia deseable, estable, que se debe fomentar y proteger. En Estados Unidos y Reino Unido ya lo ven, pero en España aún estamos reinventando el matrimonio.
- Más ideas creativas: ¿no podría la Iglesia exigir una figura civil legal, el "matrimonio no divorciable"? Quizá convalidando el matrimonio de otros países sin divorcio, como Malta, o la Santa Sede, igual que se convalidan títulos universitarios...
- En Francia tienen los PACS, "pactos de convivencia solidaria", que valen para parejas homosexuales, parientes o amigos que conviven, etc... Está bien, en el sentido de que tiene más sensibilidad jurídica, es una unión disoluble, sin requisitos. Es normal que el derecho regule distintas formas de convivencia con distintas fórmulas. Dicho esto, creo que los cristianos han de cambiar la sociedad desde el ejemplo de sus vidas, más que cambiando las leyes. Los cristianos han de dar ejemplo del matrimonio cristiano, mostrar que es hermoso. Eso es mejor, quizá, que crear por ley civil un matrimonio no disoluble.
-¿Seducir con el ejemplo?
- Es que, de hecho, los jóvenes siguen teniendo el matrimonio para toda la vida como su ideal. Ven a parejas de ancianos de 90 años tomados de la mano y les gustaría imitarles, mientras que nadie quiere imitar a los que van por su tercer divorcio. Tertuliano decía que el cristianismo no es osa de persuasión, sino de grandeza.
- Muchas parejas dicen el "sí" en la Iglesia pensando en aplicar la contracepción, o sin aceptar de verdad educar en la fe a los hijos... ¿No serán nulos la mayoría de los matrimonios católicos?
- Es un riesgo. Se supone que el párroco garantiza que se cumplen los requisitos. Aunque desde 1930 los protestantes aceptan la anticoncepción, la Iglesia católica nunca lo hará, porque banaliza el sexo y torpedea esa fábrica de amor que es el matrimonio. El amor sigue la lógica de la donación absoluta, y eso incluye estar abierto a la vida. La Iglesia católica se ha quedado sola en esta propuesta radical porque es la especialista en amor, y pone a la persona por encima del impulso sexual. Esto no podemos explicarlo dando teoría, sino mostrando nuestro modo de vida. Por eso en mi libro doy tantos ejemplos de parejas reales.
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