¿Compro y luego existo?
por Hernán Traverso
por Hernán Traverso
Cada vez que se habla de la Navidad, es casi seguro que aparezca la cuestión de los regalos.
Si bien la época navideña es ideal para realizar obsequios, últimamente, sólo se piensa en bienes materiales, de características superfluas. Las cadenas de electrodomésticos, por ejemplo, entienden que la mejor Navidad pasa por obtener un aire acondicionado, split, frío calor, con un 20% de descuento, y en 36 cuotas sin interés, costo de instalación bonificado.
El bombardeo publicitario crece a tal punto que uno termina haciéndose fan de Ebenezer Scrooge, aquel personaje de Charles Dickens, que odiaba la Navidad. Son muchas las personas que se estresan durante esta fecha, pues no toleran la obligada obligación, valga la redundancia, de comprar regalos.
El Espíritu Navideño no debería tener que ver con un consumismo desmedido, con gente desesperada, y trasnochada, que acepta quedarse despierta hasta las tres de la mañana, en un Shopping, para conseguir la remera de marca a mitad de precio y poder llevarla al arbolito. No dejemos que las empresas, con sus políticas comerciales de capitalismo salvaje, sean una especie de Grinch que nos arruine la celebración.
La Navidad es un momento de reflexión sobre el sentido de nuestra vida. Este tiempo es un momento ideal para preguntarnos: ¿quiénes somos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué cosas hicimos bien? ¿Qué hace falta mejorar? Entonces, ¿importa mucho si tengo un perfume importado más o un LCD nuevo?
La primera Navidad fue muy pequeña, pero, a la vez, muy grande. Como dice el P. Hernán Pérez Etchepare: María, José y el Niño nos enseñaron que no importa lo que uno tenga; cuando se quiere, cualquier lugar es bueno para unir a todo el género humano. Los reyes y los pobres pastores, que no se juntaban nunca, fueron familia en el pesebre de Nazaret. Si uno se decide a dar el primer paso para compartir los dones que posee, toda la realidad se transforma.
Disfrutemos de una Navidad real; recordemos que el mejor regalo que nos podemos hacer es pasar el tiempo con amigos, en familia, compartiendo todo lo bueno que tenemos dentro nuestro.
Si bien la época navideña es ideal para realizar obsequios, últimamente, sólo se piensa en bienes materiales, de características superfluas. Las cadenas de electrodomésticos, por ejemplo, entienden que la mejor Navidad pasa por obtener un aire acondicionado, split, frío calor, con un 20% de descuento, y en 36 cuotas sin interés, costo de instalación bonificado.
El bombardeo publicitario crece a tal punto que uno termina haciéndose fan de Ebenezer Scrooge, aquel personaje de Charles Dickens, que odiaba la Navidad. Son muchas las personas que se estresan durante esta fecha, pues no toleran la obligada obligación, valga la redundancia, de comprar regalos.
El Espíritu Navideño no debería tener que ver con un consumismo desmedido, con gente desesperada, y trasnochada, que acepta quedarse despierta hasta las tres de la mañana, en un Shopping, para conseguir la remera de marca a mitad de precio y poder llevarla al arbolito. No dejemos que las empresas, con sus políticas comerciales de capitalismo salvaje, sean una especie de Grinch que nos arruine la celebración.
La Navidad es un momento de reflexión sobre el sentido de nuestra vida. Este tiempo es un momento ideal para preguntarnos: ¿quiénes somos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué cosas hicimos bien? ¿Qué hace falta mejorar? Entonces, ¿importa mucho si tengo un perfume importado más o un LCD nuevo?
La primera Navidad fue muy pequeña, pero, a la vez, muy grande. Como dice el P. Hernán Pérez Etchepare: María, José y el Niño nos enseñaron que no importa lo que uno tenga; cuando se quiere, cualquier lugar es bueno para unir a todo el género humano. Los reyes y los pobres pastores, que no se juntaban nunca, fueron familia en el pesebre de Nazaret. Si uno se decide a dar el primer paso para compartir los dones que posee, toda la realidad se transforma.
Disfrutemos de una Navidad real; recordemos que el mejor regalo que nos podemos hacer es pasar el tiempo con amigos, en familia, compartiendo todo lo bueno que tenemos dentro nuestro.
Fuente: San Pablo on line
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