martes, 21 de abril de 2009

¿El matrimonio ha muerto?

Comentario previo:
Si publico esta nota aparecida esta mañana en el Diario "La Nación" es porque considero que bien vale la pena analizarla. El autor: Rolando Hanglin es un conocido conductor de programas de radio, en los cuales siempre trata de tener una mirada progresista sobre muchas cuestiones pero también deja entrever el espíritu machista que imprime en todas sus notas.
Aún así, es para analizar lo que él escribe respecto del matrimonio porque es una realidad -aunque no la de toda la sociedad- que nos está marcando un rumbo que no todos deseamos, ya que el matrimonio es un contrato social pero también es una realidad trascendente que une a un hombre y una mujer con lazos de amor, de amistad, de caridad, de fidelidad, de compromiso y de deseos de traer al mundo hijos que merecen tener un hogar constituido y estable. Nadie puede crecer sanamente sin un mínimo de estabilidad garantizada y el matrimonio, es la base de la familia.
La Nota: "Réquiem para el matrimonio"
En una reciente película americana, Jennifer Aniston y Ben Affleck juegan los papeles de una pareja que lleva siete años de convivencia. Siete largos años: hoy es mucho.

- Quiero que me expliques -dice Jennifer- porqué no querés casarte conmigo. Somos felices, tenemos buen sexo, nos divertimos, nos amamos como el primer día...¿No te parece que ya es hora de que pasemos por el registro civil?

- ¡Pero amor mío! -responde Affleck- ...Si somos felices, si yo dedico mi vida a vos, y vos me dedicás la tuya a mí, si nos divertimos y nos queremos...¿Para qué hace falta más?
- Hmm...¿Por qué no?

- Por el mismo motivo que vos tenés para no firmar una escritura con tus amigas. Tenés cinco o seis chicas con la que estás profundamente unida desde la escuela primaria. Una vez por mes te reunís con ellas y conversás hasta cinco horas. Han estado juntas a lo largo de los años, atravesando la muerte de sus padres y madres, el nacimiento de los hijos, el éxito de una, el fracaso de otra, el divorcio de alguna...¡Siempre unidas! ¿Te parece necesario que vayan juntas al Registro Civil, a pagar 45 dólares al juez para que ponga el sello y tome el juramento en un Contrato de Amistad Eterna que corresponde a un formulario impreso en un papel? ¿Para qué? ¿No te parece que semejante contrato baja el nivel de la amistad que ustedes comparten...?

- Sí. Es cierto- responde muy seria la adorable señorita Aniston, pero a la semana vuelve a la carga, y otra y otra vez.

Hasta que un día, Jennifer pone el ultimátum:

- ¡Basta de excusas! Si no te casás conmigo, nos separamos. Siete años son demasiados años para pensarlo.

Así es que él y ella se marchan, civilizadamente, cada cual por su lado. En rigor de verdad, Affleck se va a vivir al puerto deportivo, pues allá tiene anclado un barquito, que se convierte en su mínima residencia, con todas las precariedades del caso. Por algún motivo imposible de discernir, en caso de separación, el hombre "es expulsado de su casa", aunque sea el propietario único, legítimo e indiscutible.

El caso es que él y ella lo pasan muy mal durante un año entero o dos, hasta que finalmente ella vuelve sobre sus pasos y va a buscar a su enamorado al barco.

- Te ruego que vuelvas conmigo. Lo único que me importa es que vivamos juntos. No necesito casarme.

Así se hace. Para redondear un final feliz, el guionista agrega un detalle: Affleck entrega a Jennifer el clásico estuche con las dos alianzas y -ahora sí, ya no presionado sino por su propia iniciativa- le ruega que se unan en matrimonio. Y se besan. Las chicas de la platea suspiran intensamente desde la aparición del estuche hasta el final del beso.

Es una bonita historia romántica.

Ahora bien. Lo que veo a mi alrededor -y atención que estamos en la Argentina, país del Tercer Mundo- es que las parejas no se casan más. Si lo hacen, es para divorciarse muy pronto: a veces a los tres meses, a veces a los seis años. Pero muy pronto.

Y uno se pregunta. Casarse: ¿Para qué?

Existe el matrimonio religioso y es magnífico para los creyentes, que son sólo una parte de la población.

Pero el otro matrimonio, el contrato civil, que es una institución relativamente nueva, y que no se funda en las conveniencias de una y otra familia sino en la iniciativa de los jóvenes contrayentes...¿No ha fracasado?

Los ricos han inventado el contrato prematrimonial y otros procedimientos para que el matrimonio no se convierta en una rápida expropiación del hombre por parte de la mujer.
Muchachos que se casaron con departamento propio, auto y oficina, uniéndose a la chica de sus sueños...hoy están divorciados, pagan cuota alimentaria y duermen en la oficina. Así como el varón fue durante siglos un predador, un Casanovas que jugaba a obtener el sexo fugaz de las incautas para luego huir, dejándolas deshonradas y sin marido... asimismo hoy la mujer suele ser una predadora que se casa, tiene un bebé, se aburre, expulsa al papá del crío y obtiene un rápido divorcio que le proporciona un departamento gratis, la cuota para vivir cómodamente (ella y el niño) y a veces un auto. ¡Todo en dos años!

Los pobres no tienen ninguna necesidad de casarse, pues él carece de fortuna y ella de vestido adecuado. ¿Para qué? Tienen la filosofía de Ben Affleck, sólo que sin el barquito ni el departamento.

En cambio, contraen matrimonio con entusiasmo y emoción las parejas homosexuales.
También lo hacen las estrellas de cine, los potentados y los miembros de la realeza, a veces con un severo contrato Copia Oculta.

Ya no es necesario certificar y proteger la identidad de los niños, desde que existen exámenes de ADN.

En fin, la institución camina rápidamente hacia su extinción. Un día habrá registros civiles vacíos, planillas sin nada que anotar y jueces mirando pasar la vida.

Tengo para mí que el matrimonio, lejos de ser un sólido basamento sobre el cual se edifica una familia, ahora es otra cosa. Es la frutilla final del postre helado.

Después de haberse conocido a los 20 años, con pasiones y separaciones, infidelidades y alejamientos, viajes, rencillas, maratones sexuales, años de rabia y lejanía, a veces las parejas se reencuentran. En otras ocasiones, un hombre de 70 y una mujer de 65 se enamoran inesperadamente al mirarse a los ojos por primera vez. Con hijos y nietos, ex-maridos y ex-esposas.

Para una pareja así constituida, es poético casarse. Ya no hay tiempo para más historias. Es cuestión de elegir a la pareja de los últimos días (ya sé que pueden ser 30 años más, pero no es lo común) y si semejante atracción en los tiempos del Cólera puede más que las manías y achaques de uno y otra... ¿Qué mejor que casarse? Es la gran ofrenda.

No es mala cosa el matrimonio para nosotros los viejos. Como los homosexuales, accedemos a un deseable ritual antes exclusivo del lozano muchachito de 27 y la cándida chiquilina de 19.
Nosotros también podemos. Y hasta somos capaces de bailar el vals, a pesar del ácido úrico.

Rolando Hanglin
Fuente: La Nación on Line 21.04.2009

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