Hay ocasiones en que ciertos comportamientos que consideramos inadecuados de los hijos, nos pueden llevar a los padres a fijar dichas conductas mediante el uso de mensajes que les devuelven una imagen negativa de sí mismos.
A veces sin proponérnoslo, los etiquetamos y les aplicamos calificativos que primero usamos de manera inconsciente pero más tarde, se van repitiendo ya de manera más sistemática. Y los etiquetamos con toda suerte de calificativos como: eres un mentiroso, terco, desordenado, tonto, descuidado, ignorante, etc. etc. sin darnos cuenta que nuestra opinión va condicionando sus sentimientos y haciéndole actuar tal como se espera de ellos, es decir: le digo que es un desordenado ergo, tengo que esperar que lo sea dado que las etiquetas a menudo, funcionan como profecías que terminan cumpliéndose en la medida en que otorgan a los hijos, referentes para forjarse una imagen de sí mismos.
Si a un niño se lo califica de determinada manera, puede ser que le resulte más fácil manifestarse de esa manera. Por ejemplo: si contínuamente le digo que es un mentiroso, le resultará fácil mentir porque de todas maneras así lo ven y se lo harán saber.
Los esquemas preconcebidos que volcamos en los hijos, a veces son expresados a través de una generalización como: déjame en paz, me tienes cansada, no quiero verte por aquí, ya estás molestando otra vez, no sé qué voy a hacer contigo.
Un tono de voz o un gesto son suficientes para que un niño se sienta descalificado. Estas dos maneras de actuar por parte de los padres, a través de generalizaciones o de gestos puede generar en los hijos frustración, desconfianza en sí mismos, falta de autoestima y hasta la reiteración del comportamiento que queremos corregir.
Para conseguir que los hijos se vean desde ópticas diferentes y modificar la opinión que tienen de sí mismos, se pueden utilizar otras estrategias.
• Intentar que nos oiga cuando digamos algo favorable sobre él delante de otra persona: "Mamá, tendrías que haber visto lo valiente que ha sido tu nieto al ponerle la inyección."
• Ejemplificar el comportamiento deseado. Ante un niño mal perdedor podemos decir "¡Caramba, esta vez he perdido yo! bueno lo importante es tener espíritu deportivo, te felicito lo has hecho muy bien."
• Expresar nuestros sentimientos y/o expectativas cuando el niño actúe según la etiqueta, mostrando un comportamiento no deseado: "No me gusta tu actitud, pues por mucho que te fastidie tu hermana pequeña no es motivo para gritarle, la próxima vez espero que tengas más paciencia."
• Buscar oportunidades que permitan mostrar al niño una nueva imagen de sí mismo. Podemos sustituir la etiqueta de "destrozón" en un niño hablándole en positivo de lo que sí hace bien y queremos que internalice:
" Mira, qué bien, tienes ese juguete desde los tres años y parece nuevo."
• Ponerle en situaciones en las que pueda verse de otra manera. A un niño irresponsable podemos decirle "Juan, voy hasta la casa de la abuela, por favor cuidá de tu hermana".
Y por sobre todas las cosas, no pedir que hagan lo que nosotros no hacemos, porque el ejemplo y el testimonio, en cualquier circunstancias, son las mejores herramientas de enseñanza.
Fuente: Intercampus
1 comentario:
gracias, en verdad me a servido para darme cuenta de los errores que uno comete como padre
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