jueves, 1 de diciembre de 2011

Aborto y Ley Natural


Me acuerdo que cuando el Papa Pablo VI, recién subido mandó su primera encíclica a la Iglesia en tiempos del Concilio, dijo que quería que su mensaje de nueva evangelización llegara a todos: los de adentro y los de afuera y también a los más lejanos. Yo quisiera más bien comenzar un diálogo no tanto con los de adentro de la iglesia que ya tienen muchas formas de conocer su pensamiento sino con los de la vereda de enfrente y con los más lejanos, cuyo horizonte es el mundo de la cultura y de los intereses de hoy.

Era de prever que pasada la movida del año electoral se iba a venir el tema del aborto y otros por el estilo. Por su parte los obispos ya iniciaron la campaña contra el aborto, insistiendo en que el feto es persona, aborto es matar la vida y asesinar. Está bien. Pero uno se pregunta ¿Por qué los obispos dan normas sobre estos temas, dado que algunos pueden pensar que son normas religiosas o que son sólo para los católicos? Además: ¿los obispos tienen autoridad para hablar a los no-católicos’? Y pensándolo bien ¿Qué autoridad tienen para dar a cualquiera normas, en temas que son de vida sexual, familiar o de bioética?

Por supuesto todos saben que el aborto es una muerte y que la muerte es mala. En realidad ni las abortistas más fanáticas quieren matar. Pero lo que quieren es libertad para decidir sobe su propio cuerpo y su propia vida. Y no vale decirles que en realidad, aquí se trata del cuerpo y la vida de otro. Quieren ser autónomos en sus decisiones privadas y que nadie se meta, ni el gobierno, ni la ley, ni la iglesia. Otros hablan de la necesidad del supuesto aborto terapéutico en caso de peligro para la salud de la madre, o de malformaciones genéticas, o del hijo no deseado, o bien cuando se trata de una violación a una menor o a una persona insana. Incluso para algunos el feto no es más que un conjunto de células, o cosas por el estilo.

Y a decir verdad: ¿La iglesia tiene derecho o autoridad para meterse a dar normas? ¿Y si da normas, las dan en nombre de la religión? ¿Son para los cristianos o son para todos?

Consciente de estos problemas el Magisterio usa el debatido concepto de “ley natural”, que trataremos de explicar.

Pero ¿qué es el Magisterio?

La iglesia es experta en humanismo y puede enseñar a los hombres cómo vivir mejor y ser felices y evitar el mal. No son realmente normas o mandamientos, menos todavía normas religiosas. En realidad tiene que enseñar que esos mandamientos están en nosotros mismos, por eso los llama: “LEY NATURAL”. Es cierto que lamentablemente, algunos hombres de la iglesia, parecen a veces muy autoritarios y dan la impresión de que se están peleando contra el mundo entero y que quieren prohibir todo. El Evangelio no es así.

¿Qué quiere decir la iglesia cuando habla de ley natural?

Es un lenguaje anticuado, y no muy comprensible para la gente de hoy. Sería más fácil hablar de derechos humanos y de valores morales fundamentales. Lo que dice está bien, pero perdemos mucho tiempo en cuestiones de términos filosóficos. ¿De qué se hablaba?

Podríamos comenzar diciendo que hay dos grandes leyes: la ley eterna, que es aquella con la que Dios gobierna toda la creación. Los astros, los animales, las plantas y todo el mundo, siguen sus propias leyes, a la que están sometidos en forma total. Los animales por ejemplo están determinados por sus instintos y no pueden obrar de otra forma. Los preceptos de la ley eterna, son inmutables y están determinados por la misma naturaleza creada por Dios.

Pero al hombre Dios lo creó libre e inteligente. Sus decisiones y obras proceden del libre albedrío. El hombre que es racional y libre y toma sus propias decisiones, es decir que obedece la voluntad de Dios, pero con libertad, porque Dios los hizo así, a su imagen y semejanza. Esta es la ley natural, que es la participación de la ley eterna en la creatura racional.

No quiere decir que el hombre pueda hacer todo lo que se le ocurra, sino que tiene que realizar el bien y evitar el mal, pero tiene que decidirlo él. Que hay que hacer el bien y evitar el mal, es algo universal que conocen y acepan todos. Ese podemos decir que es realmente el precepto fundamental de la ley natural del hombre, infundida por Dios en su razón y en su conciencia. Pero atención, que si bien todos los hombres saben que hay que hacer el bien y evitar el mal en general, determinar qué cosas son buenas y cuales son malas, es otro problema. Ahí, no todos están de acuerdo. Puede haber muchas diferencias culturales e históricas.

En ese punto oscuro y conflictivo del hombre es donde interviene la conciencia del hombre y también la enseñanza o magisterio de la familia, de las iglesias, de los líderes espirituales, de la sociedad. Es el campo de los valores morales. Hay valores que son bastante claros y universales, como “defender la vida, la verdad, la justicia, evitar el robo y la mentira, buscar el bien común y defender la familia y dar culto a un ser superior”. Serian los “diez mandamientos, o también los derechos humanos fundamentales”. Estos valores provienen del precepto fundamental de la ley natural: “hay que hacer el bien y evitar el mal”.

Pero también hay un campo mucho más alejado de los valores morales fundamentales y del principio fundamental del bien y del mal, que es el campo de las decisiones cotidianas. Aquí hay no pocos conflictos y dudas. A veces nos preguntamos: esto ¿será bueno?, ¿Será malo? ¿Y ahora qué hago? No hay ninguna ley que pueda contemplar todos los casos particulares. Entonces o caés en el autoritarismo rígido de los preceptos y normas positivas o madurás como persona, como Dios te quiso, usando tu recta razón y tu discernimiento. Dios te dio la conciencia, que es la Voz de Dios en el corazón. La conciencia es el “primer Vicario de Cristo” y el “fiel intérprete del orden natural creado por Dios”.

Hay que tomar decisiones que no son siempre las que el Magisterio de la Iglesia propone, porque a veces, hay choques de valores y hay que tolerar un mal menor para evitar un mal mayor. Cada uno conoce las circunstancias de la situación en la que vive: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Esto no significa que las normas cambien según la situación o la conveniencia, no existe una “moral de la situación”, donde uno hace lo que más le conviene o lo que le resulta más útil. Todos debemos tender a hacer el bien, lo mejor posible, pero en el hombre hay un camino gradual y muchos otros conflictos insalvables, en los que no cambia la ley, pero sí nuestros límites y finitud, como dice el Mismo Santo Tomás.

En síntesis, el tema de la ley natural, enseña que existe un precepto fundamental el de hacer el bien y evitar el mal. Luego viene un primer grupo de normas y valores, que son también los derechos humanos fundamentales: defender la vida, la verdad, la familia, respetar la sexualidad y el matrimonio. Entre esos está la prohibición del aborto. Estos preceptos y valores, son universales, no dependen de una religión determinada, sino que son plenamente humanos y universales. No cambian nunca y su validez no proviene de normas heterónomas, sino que están en la misma naturaleza del hombre. Son la participación de la ley eterna en la naturaleza racional el hombre, que se aplica a sí mismo sus preceptos. Estos últimos, aún en los casos más conflictivos, no cambian ni pierden su validez, aunque cada uno deba discernir la mejor forma de aplicarlos, no porque sean difíciles de cumplir, sino por los conflictos morales objetivos en que vive.

Para terminar convendría reflexionar sobre el Sermón de la Montaña y cómo Jesús enseña a superar la enseñanza rígida y meramente externa de la justicia de los fariseos. No basta “no matar ni robar” (precepto fundamental del bien y el mal que ya fue dado a los antiguos). Hay que discernir, entre la cultura de la violencia, la falta de perdón y de verdad, las ocasiones de pecado, la codicia y tender a la reconciliación, al perdón a la justica y la civilización del amor. La moral farisaica se basa en la falsedad de aquellos que condenan el mal por sus apariencias, pero por dentro se hacen solidarios con el pecado del mundo y la mentira social. El Evangelio enseña a defender siempre la vida, los derechos humanos, la solidaridad y la verdad, a dar la cara y poner la otra mejilla, a dar el doble. Defender al pobre, al inocente, al marginado y al más inválido y desamparado de todos, que es el niño en gestación.

Les auguro que esto nos ayude a reflexionar sobre nuestros problemas teniendo en cuenta que Dios ya puso todas las soluciones aunque san difíciles, dentro de nuestro propio corazón.

Juan Carlos Meinvielle

No hay comentarios: