lunes, 6 de junio de 2011

Redescubrir la Pastoral Familiar


por María Inés Maceratesi

Hoy después de una impasse de dos meses, retomo esta misión de difundir noticias, información y contenido sobre la Pastoral Familiar y volver a reflexionar sobe la misma. Quiero de un modo coloquial contarles a quienes lean esta nueva entrada de "Familiarmente", el por qué de dicha impasse: una vez escuché a un Obispo decir que muchos agentes de pastoral adolecen de cansancio pastoral y no se refería únicamente a los laicos sino también a los clérigos.

El cansancio pastoral es, para describirlo de algún modo, como una sensación de hastío, de no tener ganas de seguir luchando en una sociedad que parecería no tiene ya ningún rumbo fijo, ninguna meta clara. Me preguntaba hace poco tiempo ¿cuál es el límite? ¿hasta dónde pensamos llegar con nuestra manera de vivir actual?. Y realmente no encuentro la respuesta porque toda persona con la que entablo una conversación está convencida de que se necesita un cambio de mentalidad, de pensar más en el prójimo, de ser más solidarios; todos le dan un gran valor a la familia pero...sin ataduras, sin compromisos a largo plazo...parecería que los únicos vínculos que están dispuestos a seguir conservando es con los hijos.

Nos encerramos cada día más y achicamos el círculo de nuestros afectos y relaciones. El matrimonio ha sido muerto y sepultado por muchos pero aún no estamos en condiciones de transmitir hasta que punto es el principio sobre el cual se edifica la institución familiar.

El matrimonio es la base, la piedra fundamental de la edificación. Y me pregunto ¿qué pasa con un edificio cuando fallan sus cimientos? sencillamente se ve a simple vista la consecuencia, el edificio se derrumba, se cae, se desarma y quizá alguna gente que en ese momento lo habitaba, se muere o queda gravemente herida. ¿Acaso no sucede lo mismo en la familia? ¿acaso no quedan heridos los miembros de la misma ante un divorcio o un fracaso?.

Derrumbada la casa...¿a quién iremos para arreglarla si se puede? y...¿es posible arreglarla o es más fácil tirarla abajo completamente y construir otra? con otras características, con otros materiales...la metáfora me sirve para comparar lo que pasa con un matrimonio que se separa y construye una nueva familia. No dudo que en algunos casos la separación es necesaria por múltiples causas pero, hoy quiero referirme solamente a aquellas que toman la separación a la ligera, como solución inmediata a los problemas y no reflexionan sobre las consecuencias.

Entonces, sin desviarme completamente de lo que quería plantear, me pregunto si a los católicos nos importan las enseñanzas del Evangelio sobre el matrimonio y la familia o simplemente tomamos lo que nos sirve y descartamos el resto. Y me pregunto si la Iglesia que es Madre y Maestra nos acompaña en nuestro caminar y nos enseña el Evangelio.

Y me respondo que no sé; creo que sí, que en parte nos acompaña pero todavía no en la medida que se necesita ni con las herramientas que nos brinda la cultura actual. Seguimos de alguna manera, atados a viejos esquemas de transmisión en la que los protagonistas no tienen participación y se convierten en mejos receptores de contenidos que no les cambia la vida.

Benedicto XVI como en su momento Juan Pablo II y Paulo VI, reconocen el valor y la importancia de la familia, tanto para la Iglesia como para el mundo.

Lamentablemente, por el modo de funcionamiento de las estructuras eclesiales, he comprobado personalmente que lo que se trabaja y pide en las bases, llega hasta las altas autoridades de la Iglesia institucíonal pero, cuando vuelven a bajar en forma de consejos y recomendaciones, difícilmente sean escuchadas por quienes se encuentran en los estadios intermedios, llámese algunos obispos, algunos sacerdotes, algunos laicos y, entre los sacerdotes especialmente, entre aquéllos que son párrocos y tienen una pequeña o grande porción del Pueblo de Dios a su cargo.

Es una empresa muy difícil convencer a los párrocos de la necesidad de una Pastoral Familiar y de una Pastoral Social que, a mi entender son dos ramas básicas de una pastoral orgánica.

La Pastoral Familiar no sería difícil de implementar si no fuera por el excesivo egoísmo de algunos laicos y algunos curas que quieren imponer sus ideas y hacer lo que sea para llenar espacios, sin reflexión, sin el necesario momento de compartir con un equipo lo que nos está pidiendo el Señor.

Hay infinidad de laicos debidamente formados y preparados, realizar trabajos con familias: talleres, grupos de reflexión, atención de situaciones concretas a partir de Consultorías Familiares, trabajo con Adultos Mayores, con Escuelas, etc. a quienes no se les da la oportunidad de participar o se les ponen trabas para ello.

Se necesita más espíritu de comunión en la Iglesia y permitir el desarrollo igualitario de todos sus miembros y, cuando digo igualitario no es que pregone que todos debamos hacer lo mismo ni ocupar lugares de decisión reservados a los cuerpos colegiados sino que me refiero a la necesaria cuota de libertad que debemos tener los laicos para cumplir con nuestra vocación y misión sin falsos pruritos, escuchándonos mutuamente y poniendo como norte el diálogo respetuoso.

También es necesario desarrollar una Pastoral Social en la que la mayor parte de las familias puedan ejercer una misión hacia la sociedad toda que está pasando, en muchos países y en la Argentina mucho más, tantas situaciones de desigualdad y exclusión de niños, jóvenes y adultos que ya no saben a quien ni a dónde ir.

“Ven y verás” (Jn 1, 39), Así decía Jesús a quienes tenían la inquietud de conocerlo. Los que aceptaban ir, acababan quedándose con Él.

No importa el número, no importa nada, sólo que vengan algunos y sean el fermento para aumentar y hacer crecer el Reino de Dios. No vale la excusa de decir que no vale la pena hacer nada en una parroquia porque no va a ir nadie, la parroquia, como nos dice el documento de Aparecida, es el lugar para alimentarse y celebrar pero, la misión concreta está en las periferias, en la calle, en el barrio, en la escuela, en el trabajo, simplemente...en la VIDA!!!

Les pediría a muchos párrocos que nos dejen experimentar ideas nuevas y creativas, que no pongan palos en la rueda, que todo es posible, lo que ellos ven como necesario y prioritario pero también lo que los laicos vemos.
Me gratifica saber que el cuerpo de Cristo es uno pero los miembros muchos y cada uno es necesario y tiene una misión particular que, sumada a la de los demás, la hará comunitaria.

Pongámos como tarea ser ¡Comunicadores de Vida!, en nuestra familia en primer lugar, ayudando y uniéndonos a otras familias que nos ayuden a pensar, a solucionar algún problema concreto, a redescubrir la fe, y tantas cosas más que puede lograr el Espíritu Santo cuando se le deja libre y no se ahogan los dones y carismas que nos regala. Hagamos lo que dijo e hizo Don Bosco, ayudar a formar buenos cristianos y honrados ciudadanos, desde nuestro lugar, familia y/o ámbitos variados donde nos movemos.

Como internet llega a todo el mundo y los que buscamos encontramos lo que nos interesa, les cuento que yo vivo en la Argentina, quizá en otros países estén más despiertos respecto de lo que aquí expongo pero en esta sociedad surcada por la división, la mentira, el desasosiego, la falsedad que se patentiza en la política y en el estado, es urgentísimo revalorizar los vínculos sanos, la verdad, la claridad, los valores y no hay otro ámbito mejor y más idóneo para ello que la familia.


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