lunes, 14 de marzo de 2011

Mujeres con alma y vida


Columna de opinión de monseñor Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú, publicada el 13 de marzo de 2011

El martes pasado, 8 de Marzo, se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Y me dieron ganas de compartir algunas reflexiones a partir de unas frases sugerentes que me acercaron.

Valorar a la mujer es valorar la humanidad entera, no sólo a una parte. Ella tiene el privilegio de estar presente de modo particular en el misterio del comienzo de la vida y sus primeros pasos. Desde que empieza el embarazo, dos cuerpos —uno en otro—, dos corazones latiendo a su propio ritmo, a pocos centímetros, dos almas en comunión.

Este hecho de hacer lugar en su vientre a otra vida le hace también abrir otros espacios vitales en el mundo, la sociedad, la familia. Lugares donde es posible ser uno mismo, donde la confidencia se da de modo sereno y distendido. Ella hace que la verdad sea dulce, tierna, accesible.

La mujer es cobijo y amparo del desvalido y lastimado. Es defensora de quienes son vulnerados en sus derechos. Pensemos cuántos grupos emblemáticos de madres se han formado en nuestra Argentina: quienes buscan a sus hijos desaparecidos, a sus hijas secuestradas para la prostitución, las que luchan por liberar a sus hijos de la droga… No son conformistas ante la injusticia, la violencia, la corrupción.

Tomando palabras del poeta, podemos decir que una mujer es capaz de animar y no dejar caer la marcha cuando se presenta difícil: “Ánimo nos daremos a cada paso / ánimo compartiendo la sed y el vaso / ánimo que aunque hayamos envejecido / siempre el dolor parece recién nacido”.

En nuestros barrios hay unos cuántos hogares a cargo de mujeres que fueron abandonadas por el varón. Son mamás y trabajadoras para lograr el sustento cotidiano. Ellas, con su esfuerzo y creatividad, pelean a la pobreza con sacrificio. ¡Cuánto les debe la Patria!

Se compadece ante el dolor. Su presencia de comprensión y ternura pone luz en la oscuridad y las tormentas de la vida. Es hacedora de silencios amordazados con tal de contribuir a la paz en la familia o en otros ámbitos. ¡Cuántos silencios cobija el corazón femenino! Es maestra en la búsqueda de unidad y comprensión.

Es admirable su capacidad intuitiva que la lleva a mirar el corazón de otros con el propio corazón. Saben ver tanto dolores interiores como alegrías incontenibles.

La vida que acoge y dona la muestra en esa capacidad de dar vida. Es cada vez más ella misma cuanto más se dona y entrega. Por eso vive, sufre y se goza en el amor. Ella sabe lo que es madurar en el amor.Si hay algo que la define es su capacidad de amar. Por eso todo aquello que la anula en su esencia la disocia transformándola casi en cuerpo sin sensibilidad, sin sueños ni horizontes.

Ante tanta grandeza, los riesgos de distorsionar su identidad son amenazas que dan miedo. La complementariedad con el varón nos da la clave de una mirada integral de la familia y la sociedad.

Una mujer me escribió hace poco “cuando miro el mundo pienso: ¿dónde se escondieron las mujeres?”.

Te necesitamos esposa, madre, abuela, hija, hermana, amiga, compañera, trabajadora, política, docente… Pero antes que nada, te necesitamos mujer.

Si se pierde la femineidad, empalidece la belleza y todo se vuelve frío y calculador.

La Virgen María tuvo el gran gozo de llevar al Niño Jesús en su vientre y abrazarlo bebé. Sufrió enormemente cuando los mismos brazos lo recibieron al bajarlo de la cruz. A Ella encomendamos las alegrías y tristezas en la vida de las mujeres del mundo.

Mons. Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú
Fuente: Aica

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